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sábado, 10 de noviembre de 2012

El cielo está perfectamente nublado.

Estábamos en la última hora en clase de literatura cuando mi profesora salió al patio, observó y vuelvió a entrar diciendo "Ya se huele la lluvia, prepárense porque nos va a agarrar a penas salgamos". Dicho y hecho, se largó a llover a penas salimos del colegio. El tema es que no se trataba de una simple lluvia, si fuera así de sencillo no haría un post dedicado específicamente a esto. Pasamos de un calor insoportable y sofocante, de esos que no te dejan ni respirar, al peor de los inviernos. Yo estaba con un vestido muy liviano porque a la mañana hacía demasiado calor por ende, no tenía nada de abrigo.
Había quedado con mi novio encontrarnos en el Burger King de José Hernández que queda a unas seis cuadras de mi colegio. Empecé a caminar a toda velocidad porque me estaba muriendo de frío y la lluvia era gradualmente mayor a cada paso que daba. Finalmente, llegé a Burger King, intenté entrar pero la puerta estaba cerrada. Una empleada salió a decirme que lo tuvieron que cerrar porque se quedaron sin luz en la cocina, mientras que, a todo esto, la tormenta se desató. En cuestión de segundos toda la avenida Juramento estaba inundada y el agua de la calle se estaba abalanzando sobre la vereda. La basura pasaba flotando por arriba del agua mientras la gente se ocultaba abajo de los toldos de los negocios. Yo seguía en la puerta de Burger King porque había un pequeño techo que me cubría del agua. Llegaban chicos que recién salían de los colegios, ilusionados porque sabían que iban a encontrar refugio adentro de Burger y al llegar y enterarse que estaba cerrado no tenían otra opción que correr abajo de la lluvia que, por cierto, era criminal. Nunca ví gotas tan grandes y con tanta fuerza. Como dije, en segundo se inundaron todas las calles. Mi novio estaba en la vereda de enfrente, también aguardando abajo de un toldo, esperando a que la lluvia se detenga al menos un poco. Ninguno de los dos podíamos cruzar hacia el otro porque había una especie de lago en la calle. Esto significaba que cruzar al otro lado sería prácticamente como entrar a una piscina. Hasta que, finalmente, él se animó a cruzar y llegó hacia mí completamente mojado y temblando de frío, nos miramos sin saber qué hacer. La única opción posible era tomarnos un bondi (colectivo, ómnibus, como le digan en tu país) a mi casa, el problema es que sólo hay un bondi que nos lleva a mi casa desde Belgrano y es la peor línea de todas, porque siempre tarda una vida entera en llegar. Tomarnos un taxi no era una opción porque no existían taxis vacíos. Para llegar a la parada del colectivo tuvimos que cruzar una calle en la cual el agua nos llegaba hasta las rodillas, sin exagerar. Estábamos completamente mojados. 
Después de como veinte minutos de estar agonizando de frío, llegó el endemoniado colectivo ( y como era de esperar, explotaba de gente). Nos subimos sabiendo que sería un viaje largo, y así fue: para doblar en la esquina de José Hernández estuvimos como veinte minutos, el tránsito estaba completamente frenado. Se subió un señor mayor a comunicar que el cruce al puente (necesario para continuar con el recorrido y necesario para que yo llegue a mi casa) estaba inundado y que había un choque de autos más adelante. 
El chofer tomó un desvío que desembocó en la avenida Crámer, por la ventana veíamos como el agua saltaba hacia la vereda cuando el colectivo pasaba y como si esto fuera poco, se había caído un árbol en la mitad de la calle. La dificultad en el puente se encuentra en que la calle está inclinada hacia abajo así que se inundó de agua mucho más rápido. Debido a que no hay otra forma de cruzar al otro lado que atravesando el puente, los autos se dirigían lentamente a la zona inundada intentando pasar, mientras todos los pasajeros en el colectivo y nosotros dos incluidos mirábamos atentamente, con gestos de preocupación, algunos asombrados por la cantidad de agua y otros que parecían despreocupados escuchando música, se quitaban los auriculares para prestar atención. El colectivo se metió en el pseudo-lago de lluvia y yo en ese momento pensé "ok, hasta acá mi vida, vamos a morir". Pero al parecer el chofer manejó muy bien la situación porque pudimos salir y continuar.
Cuando ya estábamos por llegar a mi casa, toqué el timbre para bajar y frenó dos cuadras antes de donde en realidad me tenía que bajar porque estaba todo inundado más adelante. Bajamos y devuelta nos empapamos hasta los huesos, estábamos a dos cuadras de mi casa y las calles estaban rebalsadas de agua. Nuevamente tuvimos que cruzar por una calle inundada pero esta vez el agua nos llegaba a la cintura. Sí señores, a la cintura! Esto quiere decir que el agua logró una altura de, por lo menos, medio metro. Corrimos hasta mi casa y cuando llegamos...no había luz! Por ende ni siquiera podíamos bañarnos con agua caliente para quitarnos el frío. Después de cambiarnos y comer algo, nos quedamos dormidos toda la tarde, calentitos y cómodos en mi cuarto. 

Y eso es todo, amigos. Fue una catástrofe. Acá hay una noticia por si a alguien le interesa, haga click aquí.


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