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viernes, 28 de septiembre de 2012

Words never spoken.

Después de días de estar pensando cómo escribir, viendo la hoja en blanco y teniendo un laberinto de pensamientos en mi cabeza me di cuenta de que no puedo escribir esto porque no conozco las palabras indicadas. Cuando las encuentre quizás pueda aliviarme y escribir pero mientras tanto tendré que seguir buscándolas, cuando acierte en la palabra justa voy a entender qué me pasa y qué es lo que siento. Pienso que las palabras nos hacen y permiten pensar, si desconociéramos lo que significa estar “feliz” no sabríamos cómo decirlo y eventualmente no lograríamos advertirlo nosotros mismos. ¿Qué tanto peso puede tener una única palabra? Un párrafo puede simbolizar menos que una palabra escrita en tinta negra, dispuesta a ser leída. ¿Por qué cuando hayamos la palabra justa pensamos “eso es precisamente lo que quiero decir”? ¿Por qué no puede ser reemplazada por otra? ¿Por qué no podemos decirlo de otra forma? Porque es esa única la que nos representa, la que habla por nosotros, la que significa eso que queremos expresar, la que buscamos hasta creer que no existía. Es esa única a la que le damos vida mientras escribimos, la única que responde a nuestros sentimientos. No es “ansiedad” ni “preocupación” es desasosiego. No es “melancolía” ni “tristeza” es desolación. No es “bienestar” ni “tranquilidad” es felicidad. ¿Por qué no es lo mismo si conducen a lo mismo? ¿Por qué es tan diferente?

Las palabras son tan bellas ¿nunca se enamoraron de una? ¿Nunca les pareció hermosa la forma en la que suenan y lo que encarnan? Lástima que cada vez conozcamos menos, lástima que cada vez alteremos y deformemos más nuestro lenguaje, haciéndolo casi sonar a vacío, a nada, a inapetencia, a incompleto, a indefinido. Si sólo conocieramos las rosas, los tulipanes y las orquídeas, desconoceríamos que también existen las violetas, los claveles y el narciso. Sólo conocemos aquello que sabemos cómo se llama, sólo conocemos tres tipos de flores habiendo un millón de variedades diferentes, desconocemos su existencia porque nunca lo escuchamos nombrar. Tenemos un océano frente a los ojos y preferimos seguir tomando de un vaso. Créanme que si conociera más palabras, el mundo comenzaría a parecerles más grande.

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