sd
lunes, 26 de marzo de 2012
Irrelevante.
Te levantás de buen humor porque tuviste un lindo sueño, o simplemente porque te agrada el clima de afuera, te gusta levantarte con frío y tener que ir a cerrar la ventana para no congelarte, en puntitas de pie porque el suelo también está frío. Después de diez minutos de estar parada frente al placard sin saber qué hacer, optás por ir a desayunar. Abrís la alacena y te percatás del poco café que queda y que además no hay nada para comer. Volvés a tu cuarto y te ponés lo primero que encontrás, te peinás un poco y salís a la calle. El viento frío te hace llorar, y achinás los ojos mientras seguís caminando, escuchando una canción que te gusta mientras tenés otra en la cabeza que no te gusta un carajo y que planea torturarte todo el día. Esperás al colectivo, mientras el cielo de a poco se va aclarando, y las helada te entra por el cuello y deseás haber sido un poco más inteligente y haberte puesto la bufanda que dejaste sobre la silla del comedor. Te subís al colectivo, ponés las monedas en la máquina, y caminás por el estrecho pasillo mientras le pegás mochilasos a la gente, sin querer obviamente. Buscás algún asiento vacío, aunque estás acostumbrada a viajar parada. Te sentás, mientras escuchás esa canción te dan ganas de cantarla en voz alta pero recordás que hay un montón de gente al rededor que podría no agradarle escuchar tu hermosa voz a las siete de la mañana. Te colgás mirando vidrieras, mirando negocios, mirando carteles, mientras imaginás una película en tu cabeza. De repente te acordás de algo que te olvidaste de hacer, y te dan ganas de bajarte del colectivo, pero te das cuenta de que el tiempo corre y no podes bajar. También te acordás de alguien, y te agarra una sensación en el pecho, nuevamente te dan ganas de bajar del colectivo. Y para cuando querés acordarte, ya tenés que bajar. Caminás hasta el colegio, esperando no encontrarte con nadie en el camino, porque estás escuchando tu parte preferida de esa canción y no querés que nadie te interrumpa. Caminando a paso lento, llegás al colegio, subís las escaleras hasta el aula. Por lo general los bancos están dados vuelta, así que tenés que acomodarlos intentando no hacer ruído para no despertar a los marmotas de tus compañeros. Esperás a que tus dos amigas lleguen, al hacerlo, tienen la misma cara de dormida que vos. Mientras una se pone a hablarte del sueño loco que tuvo, la otra te pregunta como estás. Las horas de clase, los recreos, las galletitas (que no pueden faltar) para cobrar un poco de energía, porque sino te dormís en el banco. Salir del colegio después de horas que parecen interminables, con ganas de huír, pero no sabés hacia dónde. Querés irte, pero no querés llegar a tu casa. El día está agradable, hay un sol cálido que con el dúlce viento hacen una perfecta combinación, cerrás los ojos y dejás que el calor rose tu piel fría...querés distenderte, querés alejarte, querés ser libre, querés correr, querés perderte, querés huír, pero la historia se repite, día tras día. Como transitando por un círculo, volvés a subir al colectivo, ponés las monedas en la máquina, caminás por el estrecho pasillo y...
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