Después de días de estar pensando cómo escribir, viendo la
hoja en blanco y teniendo un laberinto de pensamientos en mi cabeza me di
cuenta de que no puedo escribir esto porque no conozco las palabras indicadas.
Cuando las encuentre quizás pueda aliviarme y escribir pero mientras tanto
tendré que seguir buscándolas, cuando acierte en la palabra justa voy a
entender qué me pasa y qué es lo que siento. Pienso que las palabras nos hacen
y permiten pensar, si desconociéramos lo que significa estar “feliz” no sabríamos
cómo decirlo y eventualmente no lograríamos advertirlo nosotros mismos. ¿Qué
tanto peso puede tener una única palabra? Un párrafo puede simbolizar menos que
una palabra escrita en tinta negra, dispuesta a ser leída. ¿Por qué cuando
hayamos la palabra justa pensamos “eso es precisamente lo que quiero decir”?
¿Por qué no puede ser reemplazada por otra? ¿Por qué no podemos decirlo de otra
forma? Porque es esa única la que
nos representa, la que habla por nosotros, la que significa eso que queremos
expresar, la que buscamos hasta creer que no existía. Es esa única a la que le
damos vida mientras escribimos, la única que responde a nuestros sentimientos.
No es “ansiedad” ni “preocupación” es desasosiego.
No es “melancolía” ni “tristeza” es desolación.
No es “bienestar” ni “tranquilidad” es felicidad.
¿Por qué no es lo mismo si conducen a lo mismo? ¿Por qué es tan diferente?
Las palabras son tan bellas ¿nunca se enamoraron de una?
¿Nunca les pareció hermosa la forma en la que suenan y lo que encarnan? Lástima
que cada vez conozcamos menos, lástima que cada vez alteremos y deformemos más
nuestro lenguaje, haciéndolo casi sonar a vacío, a nada, a inapetencia, a
incompleto, a indefinido. Si sólo conocieramos las rosas, los tulipanes y las orquídeas,
desconoceríamos que también existen las violetas, los claveles y el narciso. Sólo
conocemos aquello que sabemos cómo se llama, sólo conocemos tres tipos de
flores habiendo un millón de variedades diferentes, desconocemos su existencia
porque nunca lo escuchamos nombrar. Tenemos un océano frente a los ojos y
preferimos seguir tomando de un vaso. Créanme que si conociera más palabras, el mundo comenzaría a parecerles
más grande.
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